Música popular: un género del pueblo y para el pueblo

Por algo me llaman el rey del despecho, yo nací para distraer el dolor, es que a mí me duele lo hacen mal hecho, desde que un amor me pagó con traición”.

Las letras de esta canción, que evocan la tristeza y al desamor, son solo unas de las cientos que compuso e interpretó Darío Gómez, padre de la música popular o de despecho, y que suenan, casi sin falta, cada fin de semana en bares y cantinas de Antioquia.

Cuando Darío Gómez comenzó su carrera tocando en ferias de pueblo, su esposa Olga Arcila iba por los bares intentando vender los discos de acetato. Por lo general, las personas, ya embriagadas de cuenta de las dramáticas canciones, le compraban dos: uno para llevarse a casa, y otro para quebrar en la cantina, para desahogar su frustración y su tristeza, su despecho.

Y es que la música de despecho ha sido la protagonista de tertulias alrededor del licor y la tristeza. Es la manera que ha encontrado una sociedad de canalizar sus emociones, cantando a todo pulmón las canciones sobre desengaños amorosos y traición de cuenta de El Charrito Negro, Luis Alberto Posada, Arelys Henao o Darío Gómez, pero ¿cómo se convirtió en acompañante indispensable de la pena y el desafecto?

Los trenes trajeron la música

En los años veinte, surgió en México la música ranchera o campirana. Un vals que, a punta de trompetas y guitarras, contaba las experiencias y las vicisitudes de la Revolución Mexicana. Con el tiempo, a través de  la radio, el cine, y sobre todo los trenes que transportaban músicos y discos, este ritmo fue transportándose por todo el continente hasta llegar a Colombia.

“Los campesinos bajaban con la recua de caballos desde el Magdalena Medio hasta Medellín y cantaban música mexicana de acuerdo a su estructura mental, ellos iban modificando las canciones y empezaban a cantarle a la novia que lo dejó, a la mamá que se murió, o al hijo que se perdió. Además, estaba acuñada con esos elementos que corresponden a la violencia liberal y conservadora de la época”, explica Javier Castaño Vera, comunicador social y docente que ha estudiado este género y quien trabajó por muchos años como realizador audiovisual del Rey del Despecho.

A partir de ahí, este estilo empieza a llamarse música carrilera, pues las estaciones de tren eran su principal medio de difusión. Luego, se llamó de cantina con la llegada de otros exponentes como Las Hermanitas Calle, Rómulo Caicedo y Las Gaviotas, que eran escuchados principalmente por campesinos.

Surge el rey del Despecho

Para los años 80, ya la música popular se había desprendido un poco más de su antecesor mexicano, y ya no cantaba historias de amor de la guerra, sino que tomaba tintes más melodramáticos cantándole a la traición y al desengaño.

A principios de esta década llega un cantautor que marcaría tendencias, un hombre de San Jerónimo que le cantaba a la muerte y la desilusión: Darío Gómez.

Su vida estuvo lejos de ser tranquila. Cuando era joven, mató accidentalmente a su padre y perdió varios de sus hermanos, entre otros eventos abrumadores. Todo lo anterior generó en él una catarsis, la cual unida a ese talento para narrar, lo llevó a convertirse en contador de historias tristes. «De ahí surgen canciones como Ángel perdido, Nadie es eterno en el mundo y Daniela«, cuenta Castaño.

Gómez crea un estándar en las presentaciones: comienza a vestirse elegante, de saco y corbata, lo que le da a sus conciertos un aire solemne. Junto a él, llegan, a mediados de los 90, otros como El Charrito Negro y Luis Alberto Posada, que se convierten en los más reconocidos del género.

La música popular sigue vigente

Desde entonces, la música popular se ha ganado su espacio entre el tango, la ranchera y los boleros como uno de los géneros musicales más escuchados en Antioquia, sobreviviendo a los cambios generacionales.

“En los años 90 pasa un fenómeno muy particular y es que en las grandes discotecas de moda en Medellín a las 2 de la mañana cortaban la música bailable: el merengue, la salsa, el vallenato que era lo que se oía en ese momento y empezaban a poner musica de despecho para que la gente se fuera. El problema era que la gente no salía de la cantina, antes se quedaban bebiendo más, y eso empezó a introducir en las nuevas generaciones el gusto por la música popular”, explica Castaño 

Con la muerte de Gómez, la música de despecho ha resurgido con más fuerza en cantinas, bares y tiendas de barrio. Con ella se recuerdan esos amores y amistades que ya no están, pero que lograron dejar huella. Para Castaño, la razón del éxito del género de música popular, es muy simple: la gente se identifica plenamente con el mensaje de dolor y frustración que traen las canciones a través de letras sencillas, en una sociedad en la que hablar de sentimientos a viva voz está vetado.

Doña Rosa, toda una vida de tradición

compartir

Mira otras notas

Durante 10 años elaboró y llevó a sus

Leer más >

Entre el Puente de Guayaquil y Plaza Mayor

Leer más >

Medellín tuvo durante la Feria 2023 más de

Leer más >